hablarle a un salvaje de altruismo, amor al prójimo, bondad, sacrificio y
hermandad, en aquellos tiempos debía ocurrir, como poco, lo mismo. Para
un salvaje u hombre primitivo con mentalidad muy por debajo de la media,
los valores más importantes son la fuerza y el poder. El egoísmo es su
tendencia natural. Por tanto, hablarle de un Dios «débil», un Dios que se
sacrifica por él, un Dios que crea el mundo por amor es más bien una
tontería. Él no podría entenderlo, pensaría que tal Dios es flojo y, por tanto,
chocaría frontalmente con la idea que tiene de Dios. A semejante persona
habría que hablarle de un dios fuerte, un dios que lucha y vence, un dios
que ordena el caos, los elementos y crea el mundo a su antojo como un acto
de arrogancia y de poder. Un dios, en definitiva, que se pareciera a él.
Los fundadores de religiones, o seres más avanzados que el resto y que
eran iniciados, tenían que idear la forma de explicar la Creación a los demás
de manera que entendiesen, a su manera, cómo había venido el Universo y
la Vida a la existencia. Muchas de aquellas historias fueron explicadas en
forma de mitos, que no por grotescos y horrorosos a nuestros ojos han
dejado de representar simbólicamente lo que hoy se explica de una forma
más racional y coherente por todas las escuelas esotéricas, aunque también
dicha explicación es locura para algunos hombres de ciencia.
Una de esas formas de explicar la Creación a nuestros antepasados (quizá
la más popular) es la narración del Génesis, atribuida al profeta Moisés,
aunque muchos historiadores modernos creen que hay varias narraciones en
el Génesis que, anteriormente independientes, se unieron más tarde en una.
Sólo así -dicen ellos- se explicaría las distintas formas de llamar al Creador:
una veces Dios y otras Jehová Dios. Max Heindel, sin embargo, sostiene
que cuando el narrador bíblico habla de Jehová se refiere a un Elohim, el
Guía de los Ángeles, que fueron la Humanidad del Periodo Lunar, cuyo
trabajo está relacionado con lo que se describe en esta parte de la Biblia.
Por tanto, a diferencia de los historiadores, Dios, o más concretamente
Elohim (palabra que se traduce por algo así como Él Los Dioses) es una
Divinidad, y Jehová Dios otra distinta.
Sea Moisés o no el narrador bíblico, lo que sí está claro a los ojos de la
investigación espiritual clarividente es que se trataba de una persona
iniciada que no escribió por escribir, sino que tuvo mucho cuidado en
transmitir a su tiempo y a la posteridad un relato que hablase a todos los
corazones y a todos los niveles evolutivos del alma. El vidente del Génesis