La perla de la Corona

Ya desde el siglo XVI se había intentado considerar a la Pintura como Arte Liberal y Noble por su dignidad e importancia y a los pintores como artistas o maestros y no como meros artesanos, pero en el siglo XVII alcanzó tal poder social y prestigio en Europa, que se hacía intervenir a los pintores en cuestiones ajenas a su oficio. En la corte de Felipe IV, había un pintor sevillano que era el retratista del rey y de la familia real, pero que también ocupaba cargos palatinos. Contemplando, junto a Rubens, los frescos de la cúpula de la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial reflexionó acerca de lo que en ellos se representaba y decidió dar un giro a su vida. Iniciaba en aquel mismo momento un viaje que le llevaría del conocimiento humano al divino, pero para ello tendría que atravesar los eslabones de las Artes Liberales. Lo consiguió, alcanzó su meta personal y profesional y su “obra maestra” llegó a ser calificada como la “Teología de la Pintura”, pues la verdadera creación recurre a elementos de naturaleza espiritual y el artista que quiere crear con autenticidad debe superarse, sobrepasarse y, a través de la reflexión y la contemplación, elevarse a regiones sublimes en las que pueda captar los elementos que utiliza en su trabajo. En este tomo me acerco al pintor, a su obra maestra y a la protagonista indiscutible de la misma. Esta “obra magna” está considerada como la cumbre del arte universal y punto y aparte en la Historia de la Pintura.